Todo el tiempo estamos entre el sí y el no. Elegir entre sí y no tal vez sea la decisión más difícil de tomar. Hay veces en que la diferencia entre decir sí o decir no puede ser determinante, puede cambiar tu vida para siempre.El no ya lo tengo, dice alguien para darse coraje, porque el no es lo que nos rige. Decimos que no a todo, todo el tiempo. Pero a veces, decimos algunos sí. A veces decimos sí sin medir las consecuencias, y ese sí cambia todo. De una chica rapidita decimos que tiene el sí fácil. ¿Pero no se trata de eso la vida? ¿De decir sí, de avanzar, de vivir...? El sí nos compromete, y nos desnuda. El sí expone nuestros deseos. El sí señala que algo nos falta.Una vez más estamos ante esa decisión. Que todo siga siendo no, o animarse al sí y zambullirnos en la vida. Esa vida que vivimos deteniendo todo el tiempo con el no.
Siempre me confundo con la palabra reaccionario. A mí me suena a alguien que reacciona, que se rebela a algo. Pero significa exactamente lo contrario. Un reaccionario es alguien que quiere que nada cambie. Ante un hecho injusto, doloroso, todos reaccionamos de diferente manera. Algunos reaccionan sin pensar. Otros reaccionan de una forma inesperada. El ser humano es impredecible; nunca se sabe para dónde puede disparar. Una reacción en una respuesta a la acción. Ante una situación hay tantas reacciones como personas, y una misma persona incluso puede reaccionar de distinta manera ante la misma situación. Hay reacciones que sorprenden. Reaccionarios o revolucionarios. Da lo mismo; lo importante es el cambio, que no se detiene. Todo cambia, permanentemente. Podemos mantenernos sin reacción mucho tiempo, pero siempre llega el momento de la revolución. Cuando empezó la revolución, no se puede detener con nada. La revolución es una reacción, una reacción hacia algo injusto. Algunos se resisten al cambio, hasta que el cambio es irresistible y es imposible no reaccionar; no dejarse llevar por esa revolución que nos cambia la vida radicalmente. Acción, reacción, así avanza el mundo, así cambia la vida. El reaccionario, dicen, le teme a los cambios. El revolucionario quiere cambiar el orden de las cosas, del mundo que siente injusto. Yo creo que uno no puede convivir sin el otro. Para que la historia avance, alguien tiene que proponer el cambio, y alguien oponerse. De esa puja vital surge el cambio; los retrocesos, y los avances. El revolucionario de hoy es el reaccionario de mañana. Algunos apuestan al cambio; otros le temen tanto que intentan frenarlo, y si es posible, matarlo.
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